CONSAGRAN A 2 NUEVOS OBISPOS PARA LA ARQUIDIÓCESIS DE GUADALAJARA.

Por José Manuel Ramírez

Este lunes, el Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara, presidió la Eucaristía en donde fueron consagrados dos nuevos Obispos Auxiliares para la Arquidiócesis de Guadalajara, Monseñor Manuel González Villaseñor y Eduardo Muñoz Ochoa, celebración que tuvo lugar en el Santuario de los Mártires de Cristo Rey, en el municipio de Tlaquepaque, Jalisco.

Luego de la Lectura del Evangelio, se cantó el Himno al Espíritu Santo, con lo que comenzó el Rito de la Ordenación Episcopal, presentando a los candidatos a obispo y dando lectura al mandato apostólico enviado por la Santa Sede.

En su homilía, el Cardenal Robles Ortega, hizo un llamado a los nuevos obispos para permanecer unidos a Cristo y así poder dar fruto.

“Permanecer, es pues, la primera palabra fundamental que figura como señal para nosotros y concretamente para el ministerio sacerdotal y episcopal”.

Dijo que el permanecer fieles en la fe de Jesucristo es la primera respuesta que deben de dar los nuevos obispos en su ministerio episcopal.

“El ministerio episcopal se ejerce por Él (Jesucristo) y sólo cuando nos importa Él por encima de nuestra propia vida, podemos poner la vida a disposición de su servicio en la responsabilidad, en el amor, en la entrega total de si mismo, por eso, Jesús, al que llama y al que le responde, tu sabes que te amo, Jesús lo considera amigo, hermano y confía que este amigo que lo ama sienta lo mismo que Él siente, prefiera lo que Él mismo prefiere, rechace lo que Jesucristo rechaza, ustedes son mis amigos, y el amigo, por razón de la amistad, se manifiesta siempre fiel a las preferencias del amigo”.

Dentro del rito de ordenación episcopal, los ordenandos realizaron las promesas propias de este ministerio, se postraron en tierra como signo de humildad, mientras que la asamblea, de rodillas,  entonó la letanía de los santos.

Enseguida se impuso el libro de los Evangelios, se rezó la oración consecratoria y se impuso las manos sobre los nuevos Obispos, para después ser ungidos con el Crisma sobre sus cabezas.  Posteriormente se les entregaron los Evangelios y fueron revestidos con las insignias propias de los Obispos, el anillo, la mitra y el báculo.

Una vez revestidos, los nuevos Obispos sentaron en la cátedra (Sede), signo de la autoridad de obispo para enseñar y gobernar a la Iglesia.  Después recibieron el saludo de paz de los Obispos que participaron en la celebración y por último recibieron los nuevos obispos el saludo de sus familiares.

Una vez que se concluyó con la consagración episcopal se continuó con la liturgia eucarística.